Estamos en año electoral y los partidos políticos desatarán sus fuerzas mediáticas para ofrecer soluciones a las preocupaciones actuales de los guatemaltecos. Más seguridad, más empleo, mejores oportunidades para hacer negocios, más educación, serán parte del discurso.
Sin embargo, no es lo mismo prometer que cumplir, y lo cierto es que una de las grandes piedras que impide transitar el camino que lleva del ofrecimiento al logro de las promesas electorales, lo constituye el tener una política económica sin visión ni rumbo nacional. Como bien dijo el canciller alemán Ludwig Erhard (1963-1966) ―uno de los principales forjadores del resurgimiento económico alemán, después de la Segunda Guerra Mundial y miembro del mismo partido de la actual canciller, Ángela Merkel―: un capitalismo sin dirección es presa de sí mismo, pues los intereses gremiales pueden colapsar a los mercados y al Estado.
Recientes hechos en materia económica evidencian una política económica sin visión de Nación, presa de intereses particulares. Para citar algunos ejemplos, basta traer a colación la insistencia ―gubernamental y de gremiales organizadas para la exportación― por aprobar más privilegios fiscales a sectores económicos que llevan 25 años sin pagar impuestos, haciendo que el sacrificio de recaudación sea asumido, ya sea por otros sectores económicos o por reducciones en la producción de servicios públicos que mejoran la certidumbre social y el clima de negocios en el mediano plazo.
Asimismo, las decisiones sobre salarios y promoción de la minería, también se están dando fuera de criterios objetivos y técnicos de mediano plazo. El primero, afecta los recursos que en el mercado doméstico los hogares pueden destinar a su consumo y a su bienestar. ¿Qué comerciante desea operar en un país sin clientes que puedan comprar sus productos? El segundo, la minería, produce menos del 1% del producto interno bruto (el comercio produce cerca del 12%) y genera cerca del 75% de la conflictividad social (datos de 2010), afectando la economía y la democracia.
Es seguro que a la sociedad le podría ir mejor si la política económica cumpliera sus tres objetivos: crecimiento económico, estabilidad de precios y pleno empleo. Para ello, la política monetaria debe controlar el nivel general de precios (inflación), mientras ajusta y regula las tasas de interés, disminuyendo los costos de las inversiones privadas, en especial de las micro, pequeñas y medianas empresas, y alienta el incremento del patrimonio de las personas. La política fiscal debe promover un acuerdo social sobre la fuente de los ingresos públicos y el destino idóneo de los gastos con el fin de fomentar el bienestar social, la seguridad y la mejora de la infraestructura pública. Esto al tiempo en que se lucha contra todos los polizones que roban del erario público, evaden impuestos, contrabandean y buscan más privilegios tributarios.
La política comercial, debe enfocarse en el acceso a mercados de productos y de tecnología. Acercar a los productores y comerciantes nacionales con nuevas tecnologías que aumenten la productividad, reduzcan precios y ayuden a mejorar la calidad de los productos y servicios guatemaltecos.
El país debe lograr acuerdos para mejorar el ingreso de los hogares, mientras se aumenta la productividad de los empleos. La población económicamente activa suma cerca de 6.5 millones de personas. Muchos de los trabajadores lo hacen de manera informal, con poco acceso a la seguridad social y a la tecnología, mientras el salario promedio ronda los Q2,083, menos del 40% del costo de la canasta básica vital para un hogar promedio (Q5,496.9). Sin una mejora en los ingresos de los trabajadores, no se puede pensar en agrandar el mercado interno, ni en aumentar la base tributaria. Por el contrario, el país camina rápido hacia un envejecimiento en el que las grandes mayorías contarán con muy poca educación y salud y no tendrán jubilación (salario diferido), disminuyendo el potencial de crecimiento económico interno y aumentando la ingobernabilidad.
Urge una política económica que transforme la producción, genere buenos empleos y aumente el bienestar social. Urge por el bien de la economía y de nuestra frágil democracia. Pidamos a los políticos una agenda económica concreta y coherente con nuestras ambiciones de Nación.
Columna publicada en la revista Mundo Comercial.