Algunos días me muestro tan pesimista con el mundo que no le veo solución alguna. Bueno, no es difícil ponerse melancólico ante las pruebas nucleares y los misiles, los muros que nos ofrecen y los que nos acechan, los asesinatos, los huracanes, la desigualdad y el hambre en aumento, los votantes a favor del neofacismo, los fundamentalistas del mercado, el pacto de corruptos, entre otros tantos motivos.
Sin embargo, cuando estoy en mis días de optimismo, y veo y escucho a funcionarios, políticos, empresarios y malos sindicalistas defender lo indefendible, adapto aquella imagen empleada por Émile Zola en su novela El sueño, al decir que entre tanto estiércol termina por aparecer una flor.
Sí, el mundo y Guatemala están mal. Le pongo algunos ejemplos. La reforma fiscal de Donald Trump que busca eliminar el impuesto de sucesiones, rebajar el pago de impuesto sobre la renta a los más ricos ―pasando de 39.6 a 35%― y reducir la carga a las empresas será una llamara de tusa con efectos negativos muy importantes en el largo plazo y terminará por hundir la economía y debilitar más el lastimado bienestar social de los estadunidenses. Mientras tanto, en país nuestro vecino, Honduras y en plena campaña electoral con un presidente que es candidato después de haber violado la Constitución de la República que prohíbe la reelección, se reparten de casa en casa panfletos anónimos en los que se invita a «tener fe en todo lo bueno que vendrá» y se exhorta a respetar a la autoridad pública porque «no hay autoridad que Dios no haya dispuesto». ¡Caramba!
En Guatemala, las peroratas de los diputados como Linares y Galdámez, las declaraciones y los discursos lerdos del presidente Morales, el espaldarazo que le ha dado recientemente Felipe Bosch al decir que él no lo considera un corrupto, así como lo hizo, pero bastante más temprano y a su manera, Joviel Acevedo; ¡Ese capitalismo de compadres que nos tiene tan mal! Ni qué decir de los desalojos de personas sencillas y con hambre y de la muerte de las niñas del Hogar Seguro. Suman al pesimismo, el que los diputados ya hayan vuelto a la normalidad y estén legislando a su sabor y al antojo de sus financistas. Entre las más recientes propuestas, la iniciativa del diputado Luis Hernández Azmitia, que sostiene que «el sector privado representa la mejor solución para la atención de los servicios de salud», y propone la reducción del impuesto sobre la renta a las empresas que inviertan en salud. En días de optimismo y de enojo ciudadano, yo solo repito: de este estiércol saldrán flores. ¡Y deberán ser flores muy grandes y de colores vivos!
A pesar de todas las malas noticias y de aquellos que las hacen posible, están pasando cosas que nos obligan a ser optimistas. Bernie Sanders, es hoy en día el político más popular de los Estados Unidos, y defiende el salario mínimo de 15 dólares por hora, la educación superior gratuita y un sistema de salud universal. En todas partes, la gente está deseando una sociedad en la que no caminemos siempre entre arena movediza. Todos queremos un piso seguro para el bienestar y la democracia.
En Honduras, el informe de una comisión independiente ayudará a que no quede en la impunidad el asesinato de Berta Cáceres, pues ha habido una estrategia criminal para evitar cualquier oposición a la construcción del proyecto hidroeléctrico Agua Zarca. En esa estrategia han participado actores privados y públicos que deberán rendir cuentas y ser castigados. En Guatemala, la lucha contra la corrupción y contra la impunidad va caminando, despacito, pero va caminando. También hemos salido a las calles cuando ha tocado que nos vean colectivos buscando un mejor futuro. Hay jóvenes, hombres y mujeres, organizando espacios para más diálogo y puestas en común, para que todo este fuerzo no sea llamarada de tusas. Y pronto saldrá Vamos patria a caminar de Otto René Castillo.
Uno de mis hijos me ha preguntado en estos días por qué un paso a desnivel lleva el nombre del dictador Jorge Ubico. Me he recordado del berriche de Arzú, el día en que el Ministerio Público dio a conocer sus sucios manejos en la Municipalidad de Guatemala y su posterior cobardía al no presentarse ante el juez que sigue su caso. También me ha venido a la mente que en la sureña Universidad de Texas, antes de iniciar el nuevo ciclo de estudios, los trabajadores retiraron varias estatuas de generales confederados (pro esclavitud). El presidente de esta universidad, Greg Fenves, recordó que «no elegimos nuestra historia, pero sí podemos escoger lo que honramos y celebramos».
Entonces, le he respondido a mi hijo que la sociedad guatemalteca está caminando y luchando para que un día no muy lejano, los nombres que recordemos en nuestras calles sean de personas ilustres que con su historia cotidiana reivindicaron valores tales como el respeto a la vida, la honradez, la cultura de paz, y el amor a este país que casi todos los días duele tanto.
En el fondo, estoy consciente que falta mucho para eso, pero cada vez hay más personas trabajando en ello, y entonces repito en mis adentros: de este estiércol saldrán flores. ¡Y deberán ser flores muy grandes, de colores vivos y de ricos perfumes!
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