(CIUDAD DE GUATEMALA, 14JUN22). La secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, Janet Yellen, participó recientemente en un evento del Atlantic Council —centro de pensamiento estadounidense—, ofreciendo su perspectiva sobre la economía global y el rol que su país puede jugar para corregir los diferentes desequilibrios que hoy la aquejan como resultado, principalmente, de la pandemia de covid-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania.
La secretaria Yellen reflexionó sobre cómo la invasión de Rusia a Ucrania tendrá impactos directos en el mundo, ante la contracción de exportaciones provenientes de estos dos países, afectando así la disponibilidad y los precios internacionales de alimentos, energía, fertilizantes y otras materias primas básicas para actividad productiva. Como bien sabemos, el impacto humano de la guerra será terrible y se extenderá mucho más allá de las fronteras ucranianas y rusas, pues en el corto plazo se estima que 275 millones de personas estarán en riesgo de hambre, 94.2 millones en Latinoamérica.
La secretaria Yellen comprende que la guerra de Ucrania y Rusia afectará el crecimiento económico de todos los países, pero asegura que también modificará la concepción que en el futuro tendrá la idea de la cooperación internacional. Ahora mismo, las sanciones sin precedentes a Rusia implementadas en el terreno financiero, político y económico por aproximadamente treinta países —que representan el 50% del PIB mundial— demuestran, a su juicio, un apoyo a los principios que regentan el orden global desde el final de la Segunda Guerra Mundial, incluidos en la Carta de las Naciones Unidas: mantener la paz y la seguridad internacional, proteger los derechos humanos y cooperar entre naciones para enfrentar los problemas económicos, sociales y ambientales, entre otros.
Las sanciones a Rusia ponen sobre la mesa de la economía internacional, la necesidad de construir nuevas cadenas de suministro y de valor globales, pero ¿en dónde se instalarán esas inversiones porque no todas las cadenas ni todas las empresas podrán volver a Estados Unidos o a Europa? En su exposición, la secretaria Yellen da luces sobre cómo una nueva concepción de la globalización económica pasa por favorecer a los países que son confiables, es decir, socios que estén comprometidos con los mismos principios y valores propios de la democracia, definidos en alguna medida en la Carta de las Naciones Unidas. Es de esperar que para esos países confiables habrá tanto nuevas y mejores oportunidades de inserción económica internacional, como mejor acceso a flujos de inversión privada y a mejores condiciones en los bancos internacionales de desarrollo y en el Fondo Monetario Internacional.
La élite económica centroamericana y algunos gobiernos se frotan las manos ante la posibilidad de aprovechar el conflicto para poder insertarse mejor en la economía global. Sin embargo, las palabras de la secretaria Yellen son bastante claras para quien quiera entender: no habrá tratos preferenciales a aquellos países cuyos gobiernos y élites económicas y políticas no garanticen la democracia y el desarrollo.
Un país solo puede ser confiable en la medida en que haya equilibrios en la distribución del poder político y económico. Esto se debe traducir en el respeto al Estado de Derecho, el fomento de la sociedad civil organizada y de la diversidad de partidos políticos, así como en un mercado laboral que garantice las condiciones de pleno empleo y de ingresos suficientes para el bienestar de los trabajadores y sus familias. En cuanto a la administración pública, los países confiables son aquellos en los que se ataja estructuralmente la corrupción, se cobra los impuestos de manera progresiva y se ejecuta el gasto público con base en resultados de desarrollo.
El Salvador, Guatemala y Nicaragua no son países confiables. El régimen Ortega-Murillo es una dictadura cruel y sangrienta como la de Somoza; mientras los gobiernos de Bukele, en El Salvador, y Giammattei, en Guatemala, avanzan a pasos agigantados para alcanzarlo. En los tres países, con el apoyo o la complacencia de algunos miembros de las élites económicas, estos gobiernos están asfixiando a la organización social, a los medios de comunicación independientes y a los partidos políticos en la oposición, y cerrando las puertas internacionales con sus actitudes hacia los Estados amigos y su cooperación. Asimismo, la corrupción es aguda, debilitando la capacidad del poder público para cumplir con sus funciones, lo que aumenta la violencia y limita las oportunidades de bienestar, pequeña inversión y empleo, lanzando así a miles de sus ciudadanos hacia la migración forzada.
Por su parte, el nuevo gobierno de Honduras está intentando reconstruir una administración pública que pueda ser capaz de tener los resultados que demanda la sociedad pero, sin más recursos que eleven las inversiones públicas, en lo económico y social, será muy difícil conseguir un mínimo de bienestar para su población y condiciones estables para el fomento de las pequeñas y medianas unidades productivas. Las élites políticas y económicas tienen el enorme reto de dejar atrás la cultura compartida de impunidad y corrupción: de ello dependerá convertir a Honduras en un país confiable.
Costa Rica y Panamá, analizando sus indicadores políticos, económicos y sociales, son los países que pueden considerarse de mayor confiabilidad en Centroamérica. Sin embargo, no están exentos de retos tales como una mejor redistribución de la riqueza y el cierre de los caminos que en los últimos años se han abierto para la corrupción. La confrontación del presidente Chaves (Costa Rica) con la prensa debilita mucho la confianza en él. Además, ambos países comparten la necesidad de reformas fiscales que aseguren el bienestar y la democracia en el mediano y largo plazo.
Finalmente, la cooperación internacional debe cerrar los caminos a los gobiernos autoritarios y corruptos y a las facciones de las élites económicas y políticas que les acuerpan, lo que pasa por el cierre de espacios internacionales para comerciar, hacer transacciones financieras o apalancarse. Asimismo, la cooperación internacional debe asumir un rol protagónico para ayudar a fomentar un renovado sector empresarial —de pequeña y mediana escala, pero masivo y presente en todos los territorios— tan dispuesto a la transformación productiva como a la responsabilidad por la democracia, que genere más y mejores empleos e innovación; así como apoyar a las organizaciones de sociedad civil que fomentan la democracia, el diálogo social amplio y la renovación de acuerdo políticos: organizaciones sociales y políticas, centros de pensamiento, universidades y medios de comunicación deben ser prioridad. Estos apoyos serán vitales para acabar con los autoritarismos actuales y fomentar la confiabilidad internacional de los países centroamericanos. Para que un país centroamericano sea confiable, primero deben serlo sus gobernantes y sus élites económicas y políticas, pues quiérase reconocer o no, en sus manos está una buena parte de las garantías democráticas.
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Una versión de esta columna de opinión ha sido publicada por El Economista.
Muy buen artículo, pero al final hay que analizar cada vez que se llega al poder y sus desafíos.
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