Los principales partidos políticos de Guatemala no dan la talla ni para la construcción de la democracia ni para alcanzar el desarrollo. Por el contrario, su apetito por la corrupción, su subordinación a intereses gremiales y particulares, su intromisión en el aparato de Justicia y su incapacidad para ofrecer y ejecutar ―aunque sea― una mínima agenda nacional, desfiguran cualquier camino hacia la gobernabilidad, la paz y el bienestar de los guatemaltecos.
La única diferencia entre estas facciones políticas (Lider y Partido Patriota), no son sus ideas y su visión de lo público y del rol del Estado, sino el simple color de los adornos en sus ilegales mítines. Mediáticamente siempre en conflicto, pero mercantilmente siempre cercanos, ambas facciones pujan por cargos públicos, por negocios, por más privilegios y por la consolidación de un sistema de impunidades que prostituya la función pública frente al mejor postor.
Los pocos logros en materia de democracia continúan resquebrajándose: la tasa de cobertura de la educación primaria ha caído, entre 2009 y 2013, de 98.7% a 82.1%, un vertiginoso descenso que la llevará a niveles previos a la firma de los Acuerdos de Paz. Por otro lado, cada vez se hace más frecuente el uso de métodos represivos para frenar demandas relacionadas con derechos colectivos y utilización de recursos naturales.
La tradicional élite económica, clase privilegiada de este país, se ha servido de este Estado no solo por medio del no pago de impuestos (privilegios fiscales), sino a través de negocios con el sector público. También se ha beneficiado de un aparato estatal sordo frente al reclamo social, ciego ante al irrespeto de las leyes laborales y mudo ante a la exclusión.
¿Podremos salir de este tropiezo para la democracia? Sí, seguro que sí es posible. Pero es necesario construir una nueva e inmensa Mayoría Alternativa que potencie un cambio radical para nuestra vida en sociedad. Se necesita transformar el Estado actual, hacia uno democrático y plural, que ponga a las personas por encima de los intereses económicos. Un Estado en el que todos, sin importar nuestros orígenes o patrimonios, estemos sujetos a la misma ley, sin privilegios ni exclusiones de ninguna clase. Un Estado que vele por la equidad, al tiempo en que se transforma la producción y se fortalece lo público como garantía del desarrollo y de la universalidad de los derechos.
El Grupo Semilla, formado por un conjunto diverso de personas, ha advertido en una reciente proclama que los grupos sociales que forman esta sociedad estamos hartos de tantos excesos y abusos de poder. ¡Muy cierto! Toca entonces construir una amplia Mayoría Alternativa, formada por mujeres y hombres que representen la heterogeneidad de esta nación. Personas que, ante el descontento, se lamenten pero también se organicen y participen. Donde haya descontento, debe haber organización de ciudadanos. Ahora mismo existen numerosas voluntades y expresiones agrupándose para mejorar y cambiar nuestras vidas, nuestro futuro y el de nuestras hijas e hijos. Debemos ser parte de esa mayoría vibrante, inquieta y cada vez más evidente en Guatemala.
La proclama del Grupo Semilla, no es un llamado político partidista, es una invitación a la ciudadanía para articular las voces, para asistir y ser parte de una fuerza colectiva que delimite frente a los partidos políticos, las élites corporativas o económicas los “no negociables” de una sociedad que apuesta por el progreso, la igualdad y el bienestar. ¡Otra Guatemala es posible, pero es responsabilidad de todos!
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Columna publicada en la revista Contrapoder