(CIUDAD DE GUATEMALA, 17FEB21). A Alejandro Giammattei lo visitó en sueños Juan Orlando Hernández, hombre poderoso de Honduras durante doce años mientras ocupó la presidencia de los organismos Legislativo y Ejecutivo y cooptó el Judicial. Lo vio cargando las largas cadenas que le puso la policía hondureña en los pies y en las manos antes de trasladarlo a prisión preventiva en donde esperará a que finalicen los trámites de extradición, pues Estados Unidos lo señala de participar en el tráfico de 500 toneladas de droga hacia ese país.
Las cadenas de Giammattei, esa suma de crímenes e ilegalidades favorecidas en función de la codicia o del apoyo a compinches, van creciendo cada día más. ¿Cuántos favores deberá el eterno candidato presidencial al que le llegó el golpe de suerte en la cuarta oportunidad? ¿Cuántos muertos llevarán su firma y cuántos favores deberá para cerrar la investigación de las ejecuciones extrajudiciales en Pavón? ¿A quién le deberá fidelidad por el financiamiento de las campañas electorales, al Cartel Jalisco Nueva Generación, al Cartel del Golfo, al Cartel de Sinaloa, o a todos ellos?
Hace algunos meses, el prestigioso diario The New York Times sacó a la luz pública que Giammattei recibió una alfombra con dinero proveniente de empresarios rusos a cambio de ceder tierras y poder público en el puerto Santo Tomás de Castilla. Esta semana, otro medio importante y centroamericano, El Faro —constantemente atacado por el berrinchudo y autoritario presidente Bukele de El Salvador molesto por sus incisivos reportajes sobre corrupción—, ha publicado un reportaje en el que da cuenta del acuerdo al que Giammattei llegó en 2019 con el entonces ministro de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda de Jimmy Morales, José Luis Benito. El acuerdo era que el primero recibiría 20 millones de quetzales para su campaña si dejaba en el cargo a Benito por un año más, con el fin de que continuara operando la red de corrupción que administraba.
Esta información proviene de un testigo, cuyo nombre no ha sido revelado. Solo se conoce que es un ex hombre de confianza de Giammattei. El testigo también declaró que en una reunión con Giammattei, en la que participaron el actual ministro de Desarrollo, Raúl Romero; Miguel Martínez, hombre cercano al presidente, y Giorgio Bruni, secretario general del partido Vamos, escuchó a este último decir a Giammattei que el dinero saldría de un anticipo pagado por el Ministerio de Comunicaciones a la empresa COAMCO, para la construcción y mejoramiento de un tramo de carretera en el departamento de San Marcos. Sobre este último caso, como el de la alfombra rusa, la respuesta del Gobierno ha sido poner en duda la calidad de las investigaciones, confundirse entre decir que no existe tal investigación y que se filtró la misma y, finalmente, reiterar que si hay alguna demanda contra él, se pueda remitir al Ministerio Público. Todos sabemos que, entre el Ministerio Público de hoy —capturado por Consuelo Porras y las mafias— y el basurero de la zona 3, hay pocas diferencias: quizá este último apesta menos.
Soñar a Juan Orlando Hernández encadenado le da un poco de escalofríos a Giammattei, así es que lo echa de su cama y sueña con Ortega en Nicaragua. Entonces cree que siempre estará bien: mientras tenga el favor de la élite rancia, y si la economía sigue yendo bien a fuerza de migrantes forzados que envíen sus remesas, si logra sacar de la justicia a los jueces honestos, como Erika Aifán, y si repite Trump en Estados Unidos, y si los narcos y los rusos le apoyan, y si asfixia la organización social y si logra asegurarse que el próximo presidente o presidenta de Guatemala le deba favores, y si existe un Parlacen convertido en cloaca que lo reciba rápido como hicieron con Jimmy Morales. También anhela que veamos exclusivamente los canales de la corrupción, los de Ángel González, y que no preguntemos nada sobre el censurado Informe de desarrollo humano.
Giammattei sueña que abraza y besa a Ortega y evita escuchar y ver al Juan Orlando Hernández encadenado cuando le confiesa que él se autoengañaba de la misma forma, evitando entender que, a pesar de todo el poder acumulado este era efímero, como la lealtad de sus socios, y él no era más un funambulista caminando por una delgada cuerda.
El realismo político, en ocasiones, impide comprender a quienes tienen el poder y a quienes lo sufren, que las grandes transformaciones y revoluciones políticas se han dado muchas veces, a lo largo de la historia, en medio de contextos en los que parecía imposible un cambio en la correlación de fuerzas.
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Imagen tomada de Soy502.