Tanto Guatemala, como El Salvador y Honduras están urgidos de cambios sociales y económicos que allanen el camino para el desarrollo y logren dar garantías a sus frágiles democracias. Aún cuando el plan de la Alianza para la Prosperidad, empujado por estos tres países y Estados Unidos, base su estrategia en cómo combatir los efectos y no las causas de la migración, la pobreza y la desigualdad, y a pesar de haber sido acotada su discusión a la mirada de algunos empresarios, tecnócratas y organismos financieros internacionales, sí puede abrir las puertas a un debate político más amplio.
El Triángulo Norte: un pastel que crece, pero se reparte muy mal
En los últimos diez años, las economías de El Salvador, Guatemala y Honduras han crecido a una tasa promedio de 1.8, 3.6 y 4.1 por ciento, respectivamente, pasando de representar USD48.4 millardos a USD96.5 millardos. No obstante, este crecimiento se ha concentrado en sectores económicos relacionados con servicios, que absorben muy pocos empleos y, en muchos casos, están beneficiados por regímenes tributarios que disminuyen o anulan su responsabilidad impositiva. Esto contrasta con la agricultura, un sector poco dinámico y en donde se concentra el mayor número de trabajadores,
La desigualdad existente en el Triángulo Norte, es resultado, principalmente, de dos factores: primero, las diferencias en la calidad del trabajo, pues son el elemento que más determina la desigualdad en el ingreso existente; segundo, la carencia de bienes públicos que satisfagan un piso mínimo de protección social y que ayuden a romper el nefasto círculo de pobreza y marginación.
En 2011, más de la mitad de los trabajadores no contaba con contrato de trabajo y tres de cada cuatro no estaban cotizando para una jubilación futura. Más de la mitad de los trabajadores están empleados en unidades económicas de baja productividad y poca transformación tecnológica, resultado de un modelo económico basado en la exportación de productos primarios y en la venta de servicios básicos. En todas las estadísticas se observa que las mujeres, los jóvenes y los habitantes rurales, registran los peores resultados, mientras el Triángulo Norte concentra al 80% de niños y adolescentes trabajadores de Centroamérica, los que suman cerca de 1.4 millones.
Malos empleos con malos salarios y poca protección social han dado como resultado que el 20 por ciento de población más rica concentre más de la mitad del ingreso en los países del Triángulo Norte, mientras 6 de cada 10 habitantes (17 millones) vive en condiciones de pobreza y 2 de cada 10 (6.7 millones) en pobreza extrema.
El poco acceso a bienes públicos (educación, salud, seguridad y justicia) limita las posibilidades de movilidad social y aumenta la ingobernabilidad democrática. Por ejemplo, los niños y adolescentes en edad escolar del Triángulo Norte, suman cerca de 13.3 millones, de los cuales 5.3 millones están fuera de la escuela. La desnutrición y los embarazos de niñas y adolescentes, revelan la indefensión de este grupo. En el Triángulo Norte, de los cerca de 700 mil niños que nacen al año, aproximadamente uno de cada cinco son hijos de madres niñas o adolescentes.
Finalmente, el Triángulo Norte es una de las regionales más violentas del mundo. Cerca de 15,000 homicidios se registraron en 2013, dando como resultado tasas de homicidios por cada 100,000 habitantes que van de 75.1 en Honduras, 39.6 en El Salvador y 39.3 en Guatemala.
Narcotráfico, crimen organizado y grupos económicos dominantes aprovechan por igual la debilidad de los Estados
La insuficiencia del esfuerzo tributario y la apremiante necesidad de gasto público más elevado, efectivo y de calidad ejerce presión creciente para recurrir al crédito público. Guatemala ostenta el presupuesto más pequeño de la región. Los análisis revelan que la aceleración del crecimiento de la deuda pública en Honduras, el escaso crecimiento de El Salvador o la capacidad de pago insuficiente en Guatemala plantean riesgos serios de insostenibilidad fiscal, a la vez que el servicio de esta deuda pública creciente representa una porción también sustancial de los ingresos y del presupuesto, lo que limita aún más la capacidad de financiamiento de las inversiones necesarias para el desarrollo en el Triángulo Norte.
Con política fiscales tan débiles, más cercanas a la búsqueda de la sobrevivencia que al desarrollo, los Estados enfrentan sin suficiente fuerza los embates del narcotráfico y el crimen organizado. La presencia del Estado es insuficiente para brindar seguridad y justicia, dando paso a la impunidad y el traslado del poder público a manos privadas. Por su parte, grupos económicos dominantes cabildean para buscar la aprobación de privilegios fiscales y tipos de gasto (infraestructura, compra de medicamentos, entre otros) que continúen mermando cualquier esfuerzo por que los Estados sean efectivos en el cumplimiento de su razón de ser.
Los lineamientos del Plan de la Alianza para la prosperidad: buenas intenciones, pero no las suficientes
Los lineamientos del plan se basan en cuatro ejes de trabajo. Primero, dinamizar el sector productivo, promoviendo sectores como el textil, el agroindustrial y el turismo, así como modernizar y expandir la infraestructura y reducir los costos de energía. Segundo, desarrollar el capital humano, mejorando los servicios básicos y la calidad de vida de la fuerza laboral; invertir en salud, nutrición y desarrollo infantil, al tiempo en que se amplía la calidad y cobertura de la educación secundaria y se fortalece la formación técnica. Tercero, seguridad y justicia, mejorando los programas de prevención de violencia, centros de atención a jóvenes y el fortalecimiento de instituciones de seguridad ciudadana, así como modernizar el sistema de justicia. Cuarto, fortalecer las instituciones, incrementando la capacidad financiera del Estado, hacer más eficiente el gasto y promover la transparencia.
A este plan le falta discutir lo medular. Por ejemplo, al recordar la Alianza para el Progreso (1961), la discusión intentaba enfocarse en elementos más estructurales tales como una reforma agraria orientada a la transformación de los injustos sistemas de tenencia de la tierra para que estos constituyan la base de la estabilidad económica, fundamento de progresivo bienestar y garantía de libertad y dignidad para quien trabaja la tierra. Por otro lado, dejaba clara la necesidad de asegurar a los trabajadores una justa remuneración y adecuadas condiciones de trabajo, mientras se proponía reformar las leyes tributarias para exigir más a quienes más tienen, castigar severamente la evasión de impuestos, redistribuir la renta nacional en favor de los sectores más necesitados, y al mismo tiempo alentar la inversión y reinversión de capitales y del ahorro. Estos temas no aparecen en el Plan para la Prosperidad.
El Salvador, Guatemala y Honduras sí pueden ser países prósperos y democráticos
Los ciudadanos de los países del Triángulo Norte pueden aspirar a vivir en una sociedad diferente: próspera, equitativa y democrática. Sin embargo, para transformar la realidad actual y cambiar las tendencias, es imprescindible que estos Estados logren acordar con amplios sectores sociales una agenda para el desarrollo y la consolidación democrática, que atienda esfuerzos para el crecimiento económico sostenible, la construcción de la igualdad y una mayor efectividad del sector público. Un acuerdo político de esta envergadura requerirá no solo la puesta de acuerdo sobre el futuro, sino la responsabilidad de hacer los cambios necesarios en general, en la política económica, y en particular en la fiscal, para que esta esté vinculada plenamente con las ambiciones, compromisos y metas de desarrollo y democracia.
El momento político actual puede ser conveniente para que sectores sindicales, organizaciones de sociedad civil, gremios de micro, pequeños y medianos empresarios, comiencen a buscar puntos de convergencia que permitan llegar a acuerdos sobre una agenda para el bienestar de los ciudadanos y el crecimiento económico. Estos grupos también deberán exigir mayor acceso a las discusiones del Plan para la prosperidad, recordando una sencilla premisa política: quien no está en la mesa, seguramente estará en el menú.
Análisis publicado en la revista Contrapoder, en su edición del viernes 13MAR2015.