Jonathan Menkos Zeissig

+ democracia + desarrollo + igualdad

Sexta Avenida, por Isabel Aguilar

El pasado miércoles 24 de marzo se llevó a cabo, por medio de las redes sociales de la librería Sophos, la presentación de Sexta Avenida, mi más reciente libro de cuentos, hermano menor de Bajo el mismo día. En esa oportunidad tuve el gusto de conversar con Isabel Aguilar (escritora) y Luis Argueta (cineasta). En esta entrada quisiera ofrecer a los lectores, las palabras iniciales de Isabel:

Foto: Isabel Aguilar Umaña

La sexta avenida, en la mirada de Jonathan Menkos —o quizás en la mía, no lo sé, y acaso importe, sobre todo si se considera que la obra literaria se actualiza, en el mejor sentido aristotélico del término, con cada lector que se acerca a ella—, es un pretexto real y simbólico a la vez, un centro neurálgico que, como la columna vertebral de carne y hueso que todos tenemos, lleva a cuestas nuestro mejor nervio, nuestras horas hermosas, tanto como las cargas que, ligeras o pesadas, vamos arrastrando por el mundo.

Desde que vi el libro, la portada me transportó a “la sexta”, como le decíamos entonces a ese obligado paseo adolescente allá por los años ochenta. No fue entonces difícil darme cuenta de la pertenencia generacional que me une con el autor, pues la referencia a los almacenes con nombre de exótica pirámide egipcia, o las tiendas “Taxi”, constituye un rasgo de contemporaneidad que solo despliega su enriquecedor poder identitario cuando se adscribe a un conjunto epocal.

Luego, al comenzar a leer, la referencialidad del texto va haciéndose más concreta, aunque se despliega de maneras complejas, tanto que la Sexta Avenida, así como se titula esta colección de relatos, se va volviendo una especie de arteria troncal de la historia del país.

Y es que si algo destaca de esta colección de relatos es que deben leerse como una especie de friso de la historia, no entendida como pasado, sino más bien como un contrapunto de temporalidades. Todo parece moverse así en estos textos, es decir, a la manera de polos que se atraen y se repelen en un proceso muy parecido al que persiguen los amantes, por lo general cargados tanto de pasión como de culpa. Discurrimos, entonces, entre la utopía y la distopía para pensar en el futuro; entre la barbarie brutal de la violencia y el sencillo calor del hogar, el amor familiar y la ternura; entre una especie de hiperrealismo y la magia de lo maravilloso; entre los seres de carne y hueso que se esfuerzan por ejercer el mal, y los seres propios de una galería de fantasmas a quienes podría uno confiar hasta el alma.

Así, aunque agrupados de nuevo en trípticos —de la misma manera que el primer libro de Jonathan, Bajo el mismo día—, estos textos se me aparecen sobre todo como polos de donde emanan extremos de intensidad, para dejar en medio de ellos una serie de elementos que van completando una comunicación en la que se necesita recurrir a la intertextualidad para completar ciertos significados.

Esto pasa, por ejemplo, con el personaje central de “Ala de tecolote”, una vendedora de billetes de lotería que, apostada en la sexta avenida, ofrece, en este texto, su historia como sobreviviente de la masacre de Panzós, pero a quien luego, en “Bulla interior”, vemos en el sueño plagado de remordimientos de un soldado forzado a cometer masacres, o en “Las posibilidades de nuestros nietos” como un personaje que cierra el ciclo de traspasos generacionales esperanzadores.

Como queriendo mostrar esos contrastes contrapuntísticos de los que hablaba hace unos momentos, este personaje, a pesar de referirse a una mujer ciega, también alude a quien en el fondo mejor puede ver, porque su mirada viene de la tierra, de la herencia fecunda de los ancestros y las ancestras, del encuentro con la energía/nahual/tecolote.

Entonces, estos trípticos que no son tanto una unidad de tres, se van volviendo un friso de intensidades argumentales, un intercambio intertextual de personajes, o hasta una amalgama de referencias históricas (por ejemplo, cuando en la ciudad de un futuro posible, como la utopía, la sexta cobija al Fu Lu Sho, de las novelas del Bolo Flores y que sabemos que era sitio de encuentro de las primeras FAR, pero también a Rayuela, ese sitio que tanta solidaridad y esperanza concitó en 2020, frente a las atrocidades de un gobierno que mata de hambre en plena pandemia).

Incluso, para quienes tenemos el gusto de conocer a Jonathan, sabemos que estos vasos comunicantes entre cuento y cuento, o entre tríptico y tríptico, trasvasan lo literario y se vuelven un mismo autor/personaje. Lo señalo porque es claro que el “¡Seguimos en la lucha!” que el nieto de la viejecilla vendedora de billetes de lotería pronuncia, en el último de los relatos, cuando esta tiene 99 años, es el mismo que muchos de nosotros hemos escuchado a Jonathan decir cuando parece que en nuestro país no va quedando nada, sino la necedad de unos —ojalá la mayoría— que, obstinados, seguimos creyendo en la solidaridad, la belleza de los animales, el valor de la amistad y la vida. Esas grandes cosas que no se compran con dinero.

Sexta Avenida, ilustración del tríptico La ciudad del futuro

Además de esta frase, hay otras referencias que pueden permitirnos constatar, una vez más, que la literatura es siempre una forma situada de escribir, aunque los autores a menudo nos empeñemos en ocultarlo tras los velos de la fantasía. En Sexta Avenida se cuelan, entonces, referencias a un estudiante de economía, la Universidad de San Carlos, y hasta un texto muy bien logrado en el que un Tz’i deshinibido, ayudador, buen bebedor de cerveza y gran conocedor de lo que verdaderamente vale la pena se acerca a un atribulado profesional para recordarle cuán bien se le dan las letras, y cuánto valor hay en expresar lo que uno lleva dentro, tanto sobre el papel como al respecto de los otros textos que importan: los fieles amores de pareja.

Para no ahondar en este tipo de detalle, no solo por razones de tiempo sino también por un afán de honestidad, no se necesita escarbar tanto para señalar que en todos sus textos aparece el Jonathan economista, investigador, conocedor, como pocos, de la realidad del país. A veces, al ir leyendo, quisiéramos que esta veta suya no apareciera tanto, no solo porque los textos que mejor logra son aquellos donde su imaginación lo lleva por terrenos fantásticos y de gran ternura, sino también porque la realidad de este país sigue siendo muy dolorosa. Generación tras generación.

No me queda más que agradecer…

______

Si desea adquirir Sexta Avenida, por favor visite física o virtualmente Sophos.

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Un comentario el “Sexta Avenida, por Isabel Aguilar

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Esta entrada fue publicada en 31 marzo, 2021 por en Sin categoría y etiquetada con , , , , , , .

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